Igualdad por discapacidad en el Día Internacional de la Mujer

Mujer, discapacidad y desigualdad: la otra cara del 8 de marzo

Hoy es 8 de marzo, Día de la Mujer a nivel internacional. Lo sabe todo el mundo. Y no faltarán las noticias en portada sobre el tema. Pero ¿cuántos hablarán de la discriminación dentro del propio género femenino? ¿Cuántos darán presencia, y no solo mención, a un problema que afecta a cientos de miles de mujeres en toda España, Europa y todo el mundo? Por si las moscas, aquí estamos. Mujer, discapacidad: igualdad en el Día de la Mujer.

La discriminación tiene varias caras.

Racial, religiosa, sexual, por género y por discapacidad, entre muchas otras. Aunque todas comparten la misma raíz y germen: la sociedad. Y es que no hay mayor barrera contra la inclusión laboral y social… que la propia sociedad.

Mujer, discapacidad, discriminación.

Tres variables bien distintas entre sí y que, no obstante, van unidos cual siameses en el poco interés social y escaso trato que se les da. Las mujeres con discapacidad merecen voz, visibilidad e igualdad de derechos y oportunidades reales. Porque la igualdad es para todas… ¡para todas! Por eso, hoy m’as que nunca, hay que reclamar por una igualdad por discapacidad en el Día de la Mujer.

Y es que, en el caso de las mujeres con discapacidad, la disconformidad es aún más grave, un caso que para nada es pequeño y aislado. Prejuicios y estereotipos y estigmas se anteponen al valor propio y personal de una mujer con discapacidad, fomentando una discriminación doble, una por género y otra por discapacidad, poniéndole la zancadilla a la inclusión y a la igualdad de oportunidades.

Una lápida sobre la cabeza del desarrollo.

Una de cada tres mujeres con discapacidad sufre o han sufrido de algún tipo de violencia. Escalofriante, pero tristemente cierto. Una cifra que, solo en España, se anota más de un millón de casos. Una violencia basada en la condición de mujer y en la condición de ser personas con alguna deficiencia, una suma que acaba en desventaja, abuso e indefensión.

Hablamos de un gran número de mujeres que por H o por Z acaban siendo víctimas de la discriminación más violenta, bien en violencia familiar o machista o escolar o entre mujeres, un riesgo cuatro veces mayor (casi el 80%) de sufrir además violencia sexual, en comparación con el resto de mujeres sin discapacidad.

Demandemos a la desigualdad.

Demandemos a las desventajas sociales y económicas, vestidas de desventajas educativas y profesionales. Derrumbemos las barreras de aceptación social que aún hoy en día luchan contra la imagen negativa e infravalorada de las mujeres con discapacidad. Quememos las barreras de formación que desembocan en una baja cualificación, que a su vez acaba en menos empleos, empleos que en su mayoría están mal cualificados y mal remunerados.

Con las cifras en la mano, de nuevo, si más del 55% de mujeres sin discapacidad trabaja (en España, conste) en comparación, sólo el 25% de mujeres con discapacidad lo hacen, y encima en empleos de menor calidad, estatus y ventajas laborales y salariales, comparadas con el colectivo de hombres con discapacidad.

Una actitud que lastra.

Y, la verdad, la propia actitud que muchas lastran, no ayuda en absoluto; pues o bien no fomentan sus propias capacidades o bien les falta conciencia para asumirlas y actuar para vencerlas. Y no porque quieran o así lo elijan; en su mayoría, porque no pueden, no tienen más remedio que tolerarlo. Callan, convencidas de que es normal, sin siquiera advertir que padecen desigualdad, asustadas unas, avergonzadas otras, pero, en suma, intimidadas al final.

La distorsión es la enemiga número uno.

Y la autoestima es la aliada que les falta a muchas de ellas. Porque cuando uno no se aprecia a sí mismo se considera menos, se ve peor de como es, cree que merece menos, no intenta superarse porque… ¿para qué? y al final se autofrena en todos los ámbitos de su vida, tanto a nivel laboral como personal.

Sobreproteger no es la solución.

De por sí, tener discapacidad implica muchas veces un trato diferente incluso dentro de la propia familia. A veces es activamente agresivo (palizas, abusos, etc) y otras pasivamente agresivos: facilitárselo todo y no enseñarle nada; tratarle como si fuera de porcelana y no permitirle explorar, caer y aprender de los fallos, y levantarse por sí mismo o por sí misma.

¡Pero padres, mujeres, gente, enteraos! Que tan malo es la discriminación como la sobreprotección.

Enemigos y enemigas.

Los hay. Tanto en uno como en otro bando. Porque no, Ya no hablo de violencia de género, únicamente. Hablo de violencia, y punto, violencia en general. Porque las mujeres también sabemos ser crueles e hirientes (desgraciadamente) y podemos repartir palos de acoso e injusticia como las que más. Del mismo modo en que alzamos la voz pidiendo igualdades, alzamos el brazo para ser las primeras en cometerlas.

Echar balones de acusación solo al terreno masculino es refrenar la sangre con una simple venda, sin desinfectar, sin curar… La agresión hacia mujeres con discapacidad está ahí, seguirá ahí a este paso, y saldrá y sale de todas partes, hombres y mujeres, conocidos y desconocidos, se ve, se oculta, se vive, se fomenta desvalorizando y sometiendo, se aviva con agresiones verbales, físicas, psicológicas y emocionales.

Así que os invito.

A no contentaros únicamente en equilibrar la balanza de géneros, sino a ir un paso más, a poner la mira en sacar de las sombras a ese colectivo largamente minimizado y mediáticamente relegado: las mujeres con discapacidad. Os invito a al cambio.

Nos sobra fortaleza. Y estaría genial emplearla para armonizar más entre nosotros y nosotras, entregarnos y compartir y ayudar sin trabas ni treguas. Os invito a sensibilizar a vuestros conocidos y conocidas, vecinos o vecinas, pareja o amistades. Os invito a llamar la atención concienciando, demandar el problema y tratar de resolverlo, aunque solo sea mediante un pequeño ademán de ayuda y colaboración diaria. Después de todo, a la montaña se sube paso a paso, ¿no?.

Hoy es 8 de marzo, Día de la Mujer.

De la mujer blanca o negra; la mujer china o rusa; la mujer adolescente o madura o sexagenaria; de la mujer con discapacidad o sin ella. Pero sólo cuando no sea necesario salir a la calle a protestar por los derechos, cuando el 8 de marzo no sea noticia por ser el día de la igualdad sino que la igualdad esté entre nosotros y nosotras todos los días del año… solo entonces tendremos algo que felicitar. Mientras tanto, sigamos trabajando.

Por una igualdad sincera, activa y universal.

4 Comments

  1. Me gusta, aunque opino, que estás intentando hablar de muchos temas, al mismo tiempo y eso tiene dos lados: hace ver, que todo está unido, algo que no todo el mundo tiene presente, pero por otro, a los que no estén familiarizados con esto, les puede suceder, que no lleguen a comprender, lo que intentas contar, con toda su profundidad, que es lo bueno.
    Con todo, felicidades por este texto, que está muy bien.

    1. Claro que son varios temas: mujer, discapacidad y discriminación. Pero todos tienen una misma raíz: el 8 de marzo. Porque los tres temas se aúnan en uno solo: la igualdad; la verdadera; la que no venga condicionada por ser mujer o por tener discapacidad o por aceptar la discriminación, en forma algluna. No se trata de tocar varios temas porque sí, y no profundizar en ninguno; sino de hacer ver que los tres están unidos, y en el modo más negativo y desigualitario… toda una ironía del 8 de marzo.
      ¡Una vez más, gracias por comentar!

  2. Me encanta el artículo. La pena que no se dé más importancia a estos temas Y este día, por desgracia lo utilicen siempre para hacer política olvidando lo más importante. La mujer, como bien dices sea con discapacidad o de cualquier raza O religión.

    1. Idem, idem!
      A ver si para el año que viene vemos más y mejor de ese progreso que tanto politiquean.
      Gracias por leer y comentar!
      Un saludo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *