ABRIENDO BOCA: LAS PREGUNTAS MÁS FRECUENTES A UN CIEGO

Preguntar es cosa de sabios, o eso dice el refrán.

Es cosa de sentir más curiosidad que vergüenza, o así lo creo yo.

Que el ser humano es curioso por naturaleza es un hecho que he podido comprobar a lo largo de mis andaduras, bastón blanco en mano. Ummm, creo que no exagero si digo que no ha habido semana en blanco, sin que alguien se acerque con un «¿cómo haces…?» en los labios.

Con humor y desparpajo algunas, con titubeo o recelo otras, pero envueltas todas en unas sinceras ganas de que comparta con ellos el secreto de mi convivencia con mi amiga la ceguera. ¡Qué chasco se llevan muchos cuando confieso que mi secreto… es que no hay ningún secreto!

¿No me creéis? Preguntas y respuestas es lo que intercambiaremos especialmente aquí, en Letras a Ciegas. Y para ayudaros a romper el hielo os traigo un top siete de las que me han planteado con mayor frecuencia, y aviso que son de todo tipo. Muchas de ellas las trataremos en profundidad más adelante (palabra) pero por ahora os las sirvo como aperitivos para ir abriendo boca.

¿Sueñan, los ciegos?

La gente al hacerla no se refiere a si tenemos o no deseos futuros, más bien al qué pasa por nuestra mente cuando nos visita Morfeo. Y la verdad es que no hay una respuesta única y universal. Depende esencialmente del invidente, de si es ciego de nacimiento o ha visto alguna vez y, de ser así, de a qué edad perdió la vista.

¿Por qué? Porque de lo que haya visto de día dependerá de lo que recree por la noche, y lo cierto es que esto es válido para todo hijo de vecino, vidente o invidente.

Pensadlo bien. Todos experimentamos nuestros sueños de la misma manera en que experimentamos las cosas al estar despiertos. Con los ojos, si vemos, con el resto de los sentidos, si no.

Un ciego nunca es ciego cuando duerme. Se sabe ciego, sí, pero ve, a su modo peculiar y útil. ¿Qué significa esto? Que tacto y oído y olfato se unen para crear imágenes no visuales, y al dormir ocurren tres cuartas partes de lo mismo.

Pero como esta es una pregunta que merece su punto y aparte, con declaraciones de otros invidentes y no sólo la mía, voy a marcarme un cliffhanger. retomaremos el tema en otro futuro post.

¿Tienes móvil? Estoooo… ¿sueles usar el móvil?

Tengo, suelo, quiero y puedo usarlo. Síp. Y ni yo ni el resto de ciegos necesitamos tirar de alguien vidente que lo maneje por nosotros.

Para eso nos valemos de un programa especial de voz (Lector de Pantalla lo llaman) que nos chiva todos los ítem que aparecen en la pantalla, desde el listín de la agenda telefónica, los e-mails, los títulos de las canciones musicales de YouTube y hasta los emojis del Whatsapp. El Lector de Pantalla se limita a textualizar lo que a vuestros ojos aparecen como emoticonos. Tan simple como eso.

Actualmente, cada sistema operativo trae incorporado su propio Lector de Pantalla, unos más avanzados y accesibles que otros, eso sí, lo que nos libra de andar instalando nada en el teléfono. Así, acompañamos los mensajes con, textualmente, una «cara sonriente», una «cara con los ojos en forma de corazón», una «cara de decepción», una «cara de gato feliz», una «cara sacando la lengua» y hasta con un «montoncito de escremento sonriente», y un largo listín a elegir según lo que quieras expresar.

Con un dedo exploramos. Con dos toques de uno o más dedos, movemos o cerramos aplicación, escribimos una letra, abrimos enlaces… los comandos varían en función del sistema operativo del móvil que tengamos, que no es lo mismo Iphone que Android.

Y lo mismo vale para un ordenador. Con ellos también usamos Lectores de Pantalla. A la hora de escribir, eso sí, tiramos de mecanografía o de buena memoria para recordar la disposición de las teclas, que las teclas no vienen marcadas (sólo la F y la J) y el Lector de Pantalla nos dice qué letra hemos pulsado… una vez que la hemos pulsado.

A ver, ¿cómo va realmente esto del bastón?

Oh. Pues va principalmente para evitar llenarnos la cara de chichones o convertirnos en un mapa andante de cardenales. Hepa, que eso no le mola a nadie.

Explicarlo con palabras y sin ningún apoyo visual es un tanto enredado, pero ahí va un intento: se trata de colocarlo por delante, brazo extendido, y moverlo a izquierda y derecha conforme andamos, la punta siempre en el suelo.

¿A lo loco? Hombre, pues no. Ha de quedar ante el pie contrario que vayas a adelantar; a la izquierda si el que sigue es el pie derecho, a la derecha si es el pie izquierdo. (¿Parece un baile, eh?) Así, si el palo o bastón se choca con algo, hay que pararse y esquivar el objeto en cuestión. Obvio.

¿Qué pasa cuando hay un escalón? Pues que la ausencia de suelo (si es escalera abajo) o el tope duro (si es escalera arriba) es bastante elocuente. Por eso es fundamental que el bastón vaya siempre un paso por delante de la siguiente zancada, de modo que cuando se ponga el pie, esa zona ya haya sido explorada segundos antes.

¡Importante! No vale cualquier bastón para cualquier ciego. Estamos hablando de una vara que llevamos todo el santo día encima y que, aunque no pesa kilos, tampoco es peso pluma. Cuanto más ligera, mejor. Esencial que sea largo hasta el esternón. Por debajo de allí, se queda corto para proteger a tiempo de los obstáculos de delante. Por encima, pesa más, la muñeca se cansa, y el paso del bastón se vuelve más errático, descuidado, y al final, ¡uy! acabas besando un árbol o pared, y eso en el mejor de los casos.

¿Cómo lees y escribes?

El braille (que no el brille, ejem) es el a-b-c y método de comunicación escrito que usan las personas ciegas para leer y escribir. La llave a la alfabetización de todo invidente. Y conste que digo «alfabeto», no idioma.

Compuesto de seis puntos en relieve, enumerados del 1 al 6, y dispuestos en dos filas de tres cada una, basta sólo con combinarlos entre sí para formar letras, números, signos ortográficos y hasta notas musicales. Así, el punto 1 es la «A», el 1 y 2 forman la «B», el 1 y 3 la «K», el 1 y 4 la «C», etc, etc hasta 64 combinaciones únicamente para el abecedario.

¿Ventajas? Que puedes escribir en castellano, francés, inglés y hasta griego y latín. Puedes estudiar álgebra, matemáticas, estadística y todo cálculo numérico con el que te apetezca romperte la cabeza; tú eliges. Puedes hacerte un as en ajedrez o química, seleccionar correctamente el medicamento de turno. Y ni tienes excusa para librarte de la flauta, que el «do» «re» «mi» también están incluidas en las combinaciones del sistema.

Eah, ¡que nadie diga luego que un ciego no puede dar la nota!

¿Desventajas? Que ocupa más que una enciclopedia, uff. Los puntos son tan gordos (con razón) que en una línea pueden entrar diez palabras, y eso si son cortas. Esto significa que un libro normal de, pongamos, doscientas páginas, por ejemplo, equivale a cuatro tomos en braille. Ahí es nah.

Pero es Mucho Más que un Libro. Forma parte de nuestro día a día. Lo encontramos en envases de productos, en las etiquetas de muchos medicamentos, en los botones de ascensores y mandos de electrodomésticos, en las cartas o fichas de juegos de mesa… Si hasta tiene su día mundial (4 de enero) en honor a la fecha de nacimiento de su creador (Louis Braille). ¿Qué otro alfabeto puede presumir de esto, eh, eh?

¿Suelen timarte mucho con el dinero, a que sí?

Pues la verdad es que no. Lo bueno de los Euros es que están pensados, precisamente, para evitar justo eso. Vienen marcados en los laterales con puntos en relieve para que el ciego en cuestión distinga qué moneda tiene entre manos y no se la cuelen. Y hablo de euros porque es lo que manejo yo, pero me consta que las inglesas Libras Esterlinas también tienen su marca característica. De todas formas, marca o no, los invidentes se valen generalmente del tamaño para diferenciarlas.

El truco funciona también con los billetes. No es la misma marca la que tiene un billete de 5 euros (una raya) que el de 20 (tres). Por no hablar del tamaño.

¡Cuenta, cuenta! ¿Cómo haces para combinar la ropa?

Al no ver, no tenemos modo de saber el color de nuestra ropa, calzado o accesorios. ¡Noooop! ¡Falso! Sólo significa que nos valemos de otros métodos para reconocerlos.

Personalmente, antes de comprarme un vestido, falda o zapatos o lo que sea pido una descripción de hasta el más mínimo detalle, al tiempo que toco la prenda para reconocer su tejido, diseño, botones, cremallera, bolsillos, etc, etc. Y no, no pido detalle de todas las prendas con las que me encuentro (sería interminable) toco, luego exploro. Si me llama la atención, pregunto los detalles.

Normalmente suelo recordar cómo es la ropa al volver a tocarla. Pero entiendo que eso no es válido para todos. Existen truquitos. Por ejemplo el de las marcas en la etiqueta, una fina línea horizontal para el rojo, dos rayitas verticales para el azul, un lazo de doble nudo para el rosa… por no hablar de las etiquetas en braille.

El caso es reservarle una única marca a un único color y así, al volver a palpar esa prenda al cabo de días o semanas o meses, bastará con tocar la marca para recordar qué color se está eligiendo y así combinarlo bien.

De acuerdo. Si la memoria no es lo tuyo, o eso de las marcas no acaba de convencerte, tranqui, que hoy en día existen aplicaciones para todo, y los colores no van a ser la excepción. Existen aplicaciones que permiten saber el color de una prenda. Me refiero a TapTapSee o a Seeing AI (si bien ésta última trae bastantes más accesibilidades). Basta con pegar el móvil a la ropa en cuestión y hacerle una foto, para que la imagen se traduzca en una breve explicación de su color.

Porque un color se ve o no se ve, no se huele ni se toca y sólo la vista permite percibirlo. ¡Que nadie os engañe, ni la tele! Un invidente que puede ver los colores tiene un resto visual, por mínimo que sea y, por tanto, no está completamente ciego (claro que eso no le quita su problema visual).

¿Es cierto que los demás sentidos están más desarrollados?

Yo más bien diría que les prestamos más atención. No es que oigamos mejor, ni que olfateemos mejor, ni que a nuestras manos les broten receptores sensoriales cada dos por tres.

Oímos luego escuchamos, olemos luego percibimos, tocamos luego exploramos.

Una persona zurda usa más su izquierda que su derecha, y no porque la izquierda sea mejor o esté más aventajada, sino sencillamente porque su cuerpo tiende a prestarle más atención a ese lado que al derecho. Con los invidentes pasa lo mismo. Al escuchar un sonido o al percibir un olor extraño en el aire parte del cerebro lo registra y pregunta qué será, aun de forma inconsciente. Y lo mismo hacéis los que veis.

Ahora te toca a ti.

Preguntar, que es sabio y gratis.

¿Qué quieres saber? Házmelo saber en los comentarios o contáctame por aquí.

¡Y recuerda: a ciegas… pero no a tientas!