Los errores más comunes: Ocho cosas a evitar ante un ciego

No existen los errores, sino el desconocimiento.

Podría escribir un libro tamaño enciclopedia sobre todo lo que se desconoce de la ceguera. Pero como no lo leería ni el tato, hoy os traigo a cambio unos consejos en forma de errores en los que no caer al toparse con un invidente.

Porque a veces dicen más los ejemplos que cualquier extensa explicación, empecemos con el clásico de los clásicos.

Tócame la cara; te harás una imagen de mí.

Eso de tocarle la cara a alguien para saber si es guapo o no, es más cuento chino que los cuentos chinos. Ya lo siento mucho por quienes veis, pero quien lo inventó (ejem Hollywood, ejem) os marcó una trola de las grandes.

Invita a un ciego a que te toque la cara y sólo le estarás invitando a que cuente las entradas y los granos y los arañazos o huellas de heridas que te caracterizan; si tienes flequillo o barba (o las dos cosas, oye; cada cual con su look), si tienes muchas o pocas cejas, si eres mofletudo o mofletuda, si tus orejas son enanas o normales o de soplillo, si tienes labios finos o gordos y, cómo no, a que conozca el tamaño de tus napias.

Si estás preparado o preparada a que se entere de todo eso… entonces sí, adelante, por favor, deja que te palpe.  Puede que incluso te haga caer en la cuenta de si tienes unas décimas de fiebre.

Ahora en serio. Tocando el rostro ajeno no se descubre la guapura de alguien. De verdad que no. Eso es un mito que podéis desmontar por vosotros mismos. anda, os invito a intentarlo: juntad los párpados. Palparle la cara al compañero o compañera de turno que se preste. Y olvidad lo que ya os han chivado los ojos… ¿listos?

Sabréis dónde acaba su frente y empiezan las sienes, si tiene la piel grasienta o suave, si mantiene tensa la mandíbula. Lo que no podréis descubrir es su expresión, el color de sus ojos, el brillo del pelo, el tono de su piel… cosas que, en conjunto, aunque no lo creáis, entran en la balanza de los atributos físicos de una persona.

Y es que las manos tocan, informan, no juzgan; exploran, pero no opinan, se mantienen objetivas.

Ahí va un pequeño secretito: a un ciego le dice más tu voz y tu risa, que la forma fisiológica de tu cara. Le transmite más tu personalidad y la calidez que desprendas al hablar, que cualquier exhaustivo manoseo o audiodescripción de tus rasgos faciales, por muy orgulloso u orgullosa que estés de ellos. Y no, con ello no estoy diciendo que tu voz diga si eres guapo o guapa (sí, eso también es un sinsentido) únicamente que aporta más información.

Por supuesto, hablo desde mi propia experiencia y con la afirmación de otros invidentes que, en su mayoría, vieron alguna vez. Si este artículo por casualidad lo lee algún otro invidente al que sí le valga la táctica de tocar caras para votar sí o no a la guapura, que por favor no dude en salir al frente y contarle a la sala cómo va la cosa. ¡Estaré encantadísima!

¿No tienes ni idea de cómo guiar a un ciego?

Esto ni siquiera es un error. Preguntar es el camino corto, que nadie nace sabiendo. Empieza porque sea él o ella quien elija cómo y en qué le puedes echar una mano. Pregúntale, directamente, si es para cruzar o ir a la vuelta de la esquina antes de intentar moverle de sitio. Tal vez esté ahí de pie porque está esperando a alguien, oye. Y si le vas a ayudar a cruzar hazlo hasta el final, nada de soltarle en plena calle o avenida o de empujarle por la espalda en plan «eah, ahí te ves».

Guiar a un invidente es pan comido, palabra. Primero tú, y luego él o ella; eso es lo esencial que debes recordar.

A ver, no te vas a sacar el carné ni te darán ningún diploma, ¡pero buah, si sigues mis consejos, lo harás a las mil maravillas!

¿cómo? simple: sólo tienes que ofrecerle tu brazo, sí, a la vieja usanza de un caballero a una dama, y dejar que te agarre por ahí o por el codo. Camina siempre un paso por delante y, por el movimiento de tu brazo, él o ella sabrá si subes o bajas, si caminas o te detienes, si giras a izquierda o derecha, si en la siguiente zancada hay escaleras… hasta si te rascas la oreja, uy.

Y si el ciego o ciega es más alto o alta que tú, tan solo deja que ponga una palma sobre tu hombro y la técnica será la misma. Hazlo así y ni necesitarás decir en todo momento «cuidado, escalón; cuidado, rampa; cuidado, cuidado, cuidado». Hazlo, si así te sientes más tranquilo, dile, eso sí, si hay un agujero que sortear con una larga zancada, pero no le avises de ¡escaleras! cuando todavía quedan tres pasos para llegar.

Eih, y si vais a caminar por una acera o camino estrecho no le pongas delante. Únicamente echa el brazo hacia atrás, y él o ella entenderá que debe ir a tu espalda, no a tu lado. Tampoco vayas a paso de tortuga porque des por hecho que no puede andar rápido, ni vayas a zancadas porque ese sea tu modo habitual de andar. Sencillamente acomódate a su ritmoY si hay que ayudarle a subir a un autobús o tren, por ejemplo, ponle la mano en el pasamanos o puerta y ya. ¡En serio, fuera complicaciones!

¿Tienes alguien que te ayuda a vestir?

Sí. Lo confieso, tengo. Dos amigas, leales e inseparables, que me acompañan día y noche y me ayudan a hacer todo. Las llamo Izquierda y Derecha, aunque por alguna razón se empeñan en ser conocidas como «manos».

Ironías aparte, os aclaro: preguntar esto es dar por hecho que el invidente en cuestión no puede vestirse por sí mismo. Es dar por sentado que, como no ve, no tiene modo de ir elegantemente, combinar adecuadamente o, peor, de atinar a qué parte del cuerpo corresponde cada prenda.

Chicos, chicas, no le hagáis esta pregunta a ningún ciego si no queréis quedar fatal ante él o ella. En el mejor de los casos os sonreirá, exasperado, condescendiente, o responderá con cortés paciencia (yo) pero no os extrañe si os cae algún rapapolvo de los buenos. Ya os he contado unos cuantosde nuestros trucos para vestir bien. A ello añado que la pregunta equivale al ¡Cómo puedes andar y hablar y mascar chicle todo a la vez y en plena calle?

Ummm, ¿tonto, ¿verdad? ¡Pues no digas que no te lo advertí!

Plantarle un beso en la mejilla.

¡Y sin avisar!

¿Quieres saludarle dándole dos besos, como manda la conducta social? Genial. Pero primero háblale, deja que ubique dónde estás, que se haga una idea aproximada de la distancia que os separa. Dale la oportunidad de elegir cómo te quiere saludar, estrechándote la mano, o devolviéndote los besos o lo que sea, o pasando olímpicamente de ti, a sabiendas. ¡No te aproximes a él o ella sin previo aviso, es muy violento!

Yo, por ejemplo, soy de esas personas que cuando me asusto lanzo el brazo y reparto leches o pellizcos a diestro y siniestro hasta que me tranquilice. ¡Evítate incomodidades, por favor!

Eso sí, tampoco te vayas al otro extremo y te mantengas quieto y silencioso, temeroso o temerosa de que recaiga en tu presencia. Repito, ¡no comemos! Resulta desconcertante enterarse después de que, en el tiempo que duró la conversación, había alguien al lado, escuchando, observando, y que ni se molestó en hacerse notar… ¿por qué?

Usa su nombre. Rózale el brazo o la mano para que sepa que te diriges a él o ella. No cambies tu forma de hablar ni temas decir «mira», «verás», «échale un vistazo» o «me alegro de verte» ni cualquier otra expresión coloquial… ¡normalidad! No señales, ni respondas únicamente con un asentimiento de cabeza a su saludo o pregunta, no te ve, por tanto tu gesto no le aportará nada.

Hazte a un lado, si viene; no te escabullas sigiloso o sigilosa a un rincón, no esperes a esquivarle en el último momento mientras continúas charlando tan panchamente, , ni te quedes quieto en el sitio, mirándolo fijamente en plan obra de arte. Sólo conseguirás que al final te acabe arrollando, cuando bien podrías haberlo evitado.

Y por favor, por-fa-voooor, ¡no le grites! Ser ciego no significa estar medio sordo. Y si te encuentras a algún invidente que tampoco oye, razón de más para que no te pongas a hablar a voz en cuello y para que agarres su mano y le hables de palma a palma.

Es invidente; ¡ni se te ocurra hablarle directamente!

No han sido pocas las veces que he entrado en un bar, por ejemplo, acompañada de un amigo o amiga o algún familiar a tomar algo, y el encargado o encargada de turno se ha dirigido a mi acompañante y le ha preguntado «¿qué va a tomar?» refiriéndose a mí, como si yo estuviera pintada.

Chicos, chicas, los ciegos podemos responder por nosotros mismos. No vemos, no, pero escuchamos (y muy bien) y tenemos boca (y a veces una lengua que no calla ni debajo del agua).

La gente que comete este error lo hace por inseguridad, seguramente, se siente desorientada; después de todo, el contacto visual es lo primero que se establece con una persona al interactuar. Pero no saben que esta conducta transmite desinterés, desdén por lo que quiera el ciego, rechazo a comunicar y socializarse con él.

¿Es una silla para sentarse lo que le estás ofreciendo? Díselo directamente. ¿Tienes una sugerencia de prenda mejor de la que parece que se va a comprar? Díselo directamente. ¿Está en tu consulta para hacerse un chequeo y necesitas que permanezca quieto o se ponga de un determinado modo? Díselo directamente. ¿Es tu alumno y quieres saber si tiene dudas sobre la lección? ¡Díselo directamente!

Dirígete a él o ella, reconoce su presencia, incorpórale en la conversación. ¡Prometo que no te va a morder! Si lo hace… pues sí, ahí sí que tendrás razón para salir pitando la próxima vez.

El desorden es el enemigo número uno de un ciego.

Es en serio. No exagero.

El desorden es el mayor enemigo de todo invidente.

Las personas ciegas tiramos mucho de memoria para recordar dónde dejar habitualmente esto o aquello. Eso nos permite encontrarlo fácilmente y enseguida cada vez que lo queremos volver a utilizar. Cambiárselo es tenernos palpando en todas partes a lo loco, en una búsqueda cada vez más irritada y frenética del objeto en cuestión. Te parecerá increíble, pero para nosotros orden es igual a independencia, porque si sabes dónde está, no necesitas preguntar. Y una vez que nos mueven las cosas de sitio, nos descuadran todo el esquema del orden con el que hemos trabajado hasta ahora.

¿Significa eso que todos los ciegos son ordenados? Hepa, pues no, la verdad es que no. Hay de todo tipo, meticulosos o caóticos… pues oye, como en todas partes. Pero igualmente, si por cualquier cosa has dejado algo en un lugar que no era, ya sea por descuido o porque has olvidado donde estaba, avisa. ¡tu ciego te lo agradecerá!

¡Ah! Y también avisa si hay sillas en el camino, si hay vasos al borde de la mesa, si las ventanas o las puertas o los armarios están entreabiertos… no, ¿sabes qué? no avises, ¡evítalo! La casa debe ser un sitio donde uno pueda caminar a sus anchas, y no una garantía de golpes y chichones o una pista de obstáculos con los que arramplar.

¿Por el lado de la punta?

Mejor no.

Nunca, y recalco, nunca, agarres el bastón de un ciego cuando le brindes tu ayuda. Eso es como decirle, ¿te ayudo? y cuando diga sí, ¡engancharle de la pierna! Menos sujetes el bastón por el lado de la bola, mientras el ciego lo tiene aferrado del otro extremo. ¡Carai, que los trenes vidente / bastón / invidente no molan! Piensa además que esa parte del palo  ha estado en contacto con el suelo, y que ¡aaaarg, te estás llenando la mano de porquería callejera!

Y es que el bastón se mira… pero no se toca.

Mandar callar a un niño cuando pregunta: ¿qué hace ése señor o señora con un palo?

No. O sea, no. Respóndele; explícaselo; hazle saber que es algo normal. Transmítele que el ciego en cuestión no es ninguna amenaza ni algo delicado a quien rodear de puntillas.

Decirle «chissst, calla», o bajar la voz para que el ciego en cuestión no escuche, hace sentir al pequeño que ha dicho algo malo, indebido, que ha señalado algo feo e imperfecto que no debía, algo raruno.

De mayores somos lo que de niños nos han enseñado, recordad. Y un niño que crece sabiendo y viendo que, el hecho de que una persona vaya por la calle con un bastón blanco es tan normal como el que va en silla de ruedas, o leyendo, o cargado de bolsas, es un adulto que tendrá esa conciencia interiorizada, que no se extrañará ni se preguntará cómo lo logra, porque sabrá que no está haciendo nada extraordinario y que como él, hay otros cientos de invidentes más que caminan así; un adulto que no necesitará llenarse la boca con la palabra «integración», porque para él, «sociedad» y «normalidad» y «persona unida a un palo blanco» serán sinónimos, compartirán el mismo significado.

Así que sí. Dile que sí. Que esa persona es diferente, diferente sólo en ese sentido, diferente como un pelirrojo y un rubio. Dile también que su diferencia, su problemilla en los ojitos no es mala, al revés. Dile que el ciego o la ciega llora y ríe igual que él, que a veces se porta bien o mal, igual que él, que no tiene ni más defectos ni más cualidades, que es una persona más del montón.

No le calles. No le hagas sentirse regañado ni culpable. Muéstrale el lado bueno de ser distinto.

Enséñale, en suma, que la diversidad es lo que da color al mundo.

Comparte tu experiencia.

O tus dudas. Tu curiosidad. Y tus «¡uy, creo que yo hice eso!»aquí, o en los comentarios. Sin miedo, no te cortes, que para eso estamos.

¡Te espero! Y entre tanto, sigue a ciegas… ¡pero no a tientas!

32 Comments

  1. Grazie ML. Come sempre, anche questo nuovo articolo e’ pieno di utili consigli ma, soprattutto, di importanti insegnamenti. In particolare, ho apprezzato moltissimo la parte su come affrontare con i bambini l’incontro con la «diversita'»: le tue indicazioni mettono veramente in luce un aspetto fondamentale dell’educazione alla conoscenza e al rispetto verso tutte le possibili condizioni umane. Infatti, mentre tu parli dei non vedenti nello specifico, al lettore attento risulta evidente come questo insegnamento sia, in realta’, molto piu’ vasto e di come si estenda naturalmente ad ogni sfumatura dell’essere «diverso». ¡Gracias de corazon!

  2. Me dejas sin palabras , eres un ejemplo para todo aquel que pasa por lo mismo que tu , tus palabras son tan positivas que llegan a cualquier lector

  3. Increíble la cantidad de cosas que se aprenden leyendo estas líneas. Hay que ver la cantidad de cosas que podemos llegar a hacer tan solo por desconocimiento. 1000 gracias por todo lo que compartes con nosotros, espero seguir leyendo post tan interesantes.

  4. Como bien dices, creo que es muy importante preguntar antes de ayudar, pero… hay gente que le molesta que le ayuden, Podrías explicarme porque☺️ Gracias.

    1. Quiero pensar que todos tenemos un mal día y, como tal, a veces lo pagamos con quien no se debe. No todas las personas con discapacidad aceptan de buena gana la ayuda externa, cierto, pero supongo que cada una de ellas tendrá su por qué. Puede que ese día se hayan levantado con el pie izquierdo, puede que se hayan visto agobiados… de todas formas, recalco, la mayoría de personas aceptamos de buena gana que nos ayuden, así que no temas volver a brindar tu ayuda si en ese momento te nace. Una mala experiencia no hace la regla, así que adelante, don’t worry

  5. Tienes mucha razón en todo lo que escribes, a veces te tomas con gracia la manera de actuar de la gente, pero en ocasiones puede llegar a molestar o incluso a doler, claro está que en la mayoría de las ocasiones es por desconocimiento del tema.
    Un abrazo señorita Bishop

    1. Síp, eso pasa a veces. Pero eah que justo eso vamos, jeje, a acabar con el desconocimiento y a dar un punto de vista mejor.
      ¡Graciaaaas por comentar!

  6. Me encantan todos los artículos de este blog .
    Me siento muy bien representada como persona ciega , Además lo haces con naturalidad y muy divertido.
    Eres grande .
    Me encantara continuar disfrutando con tus publicaciones

  7. Me encantan todos los textos de este blog , Me siento muy bien representada como persona ciega.
    Me encantará continuar disfrutando con todas tus publicaciones.
    Eres grande

  8. Grandes consejos que das sobre los usuales errores que se cometen en el día a día con personas con ceguera y, además, aportas recomendaciones para que el desconocimiento en este tema vaya desapareciendo.

    ¡Seguimos leyéndote!

    1. Consejos y aportaciones, sí, es justo el espíritu de la web, así que me alegro muchísimo que te haya captado y, aún más, que te hayas animado a comentar. ¡Nos leemos en el siguiente post, segurísimo!

  9. Marii, aprovechando la cuarentena en Colombia para hacer muchas cosas que tenía pendiente. Así que me reporto, poniéndome al día con tu maravilloso blog. Está muy entretenido y a la vez educativo. Te confieso que solo he tenido la fortuna de conocer a una invidente, eso sí la más chula y buena onda de todos ellos, de hecho, creo que la conoces, se llama Marissa jajajajjaja un beso tia!

    1. No, si al final la cuarentena nos va a venir bien a todos, ajaja!!!
      ¡Gracias a ti por leer y comentar! Y el placer de conocerte ha sido mío, yep, mujer que vale la pena y por mil!!!!!

  10. Muy buenas noches,

    Agradezco a la persona del artículo por destapar tantos mitos. He buscado en Google y he preguntado y nadie me sabía decir, seriamente, si los no videntes lloran con lágrimas. No es mi intención ofender con esta pregunta que lea parecerá obvia o estúpida a algunos. ¿Podrían aclararme la duda?

    De antemano, muchísimas gracias.

    1. ¡Hola!
      Primero, no te preocupes por la pregunta. ¡Para eso estamos, hombre!
      Te contesto de manera rápida y simple: sí, los ciegos sí lloran. No voy a entrar en las emociones que nos llevan a hacerlo (risa, dolor, pena…) porque presupongo que no te refieres a eso. Con la biología en la mano, te digo que el llorar no está subordinado a si uno ve o no. Son las glándulas lagrimales, esos botoncitos que tenemos en cada lateral de las cuencas, las que permiten el llorar. Eso significa que un ciego de nacimiento puede llorar tanto como el ciego que lo ha perdido en alguna etapa de la vida. Significa que el ciego con ojos de cristal, por ejemplo, llora tanto e igual como el ciego que ha conservado sus glóbulos oculares. Y es que todo depende de las glándulas lagrimales, como te he dicho. De hecho, existen personas, personas que ven y que no tienen ningún problema de vista, que lloran sin lágrimas. ¿Y por qué? Pues por alguna sequedad en dichas glándulas; no hay más.

      Espero haberte resuelto la duda.

      ¡Hasta pronto y gracias por comentar!

  11. Yo conoci a un ciego, le trate bastante, pero malo, ruin, orgulloso, terco, quisquilloso, rencoroso, mal intencionado, cizañero, y muy muy embustero
    A su favor decir q era organizado y ordenado, y perseverante, pero ya digo un asco de tio
    Se llama francisco manuel garcia del corral, un mal bicho

    1. Pues siento mucho tu experiencia, pero ya sabes que cada persona es un mundo, y ser ciego no es la excepción. Hay de todo, buena y mala gente… como en todas partes, vaya.

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