Un extremo, un adversario, alto rendimiento y dos metas: ganar sudando y sudar disfrutando. Volvamos hoy al ring del deporte con discapacidad, a la arena de la práctica de ejercicios físicos que pueden y deben y quieren ser para todos y todas, y esta vez, con otros tres nuevos deportes muy comunes adaptados a los invidentes. ¿Todos a sus puestos? ¡Que suene el gong!
Tiro con carabina, un tiro deportivo.
Fuerza, resistencia, motricidad, responsabilidad, coraje, decisión, precisión, concentración mental y disciplina física… son algunas de las ventajas de adquisición y mejora que garantizan este deporte de tiro en movimiento de categoría sonora .
¿Sabías que además es un buen antídoto contra el sedentarismo? Seguro que sí. Pero vale, vale, centrémonos en el meollo: su adaptación para las personas ciegas.
¿¿¿¡¡¡Cómo!!!??? ¡¡¡¿¿¿Que alguien que ve de tres al cuarto puede hacer tiro????!!! ¿Quién le ha dado licencia a un ciego para disparar y en qué demonios estaba pensando? ¡Shh, shh, tranquilos! No os llevéis las manos a la cabeza (todavía).
Muy, pero que muy llamativo es que un deporte donde lo esencial es tener puntería haya sido adaptado a personas ciegas, lo sé. Pero a estas alturas ya sabéis que querer, es poder.
¿Cómo lo han hecho?
Recurriendo a la fórmula de la accesibilidad para invidentes: ni más ni menos que cambiando el sentido de la vista por el del oído. ¡Y… voilá!
Primero, meterse en una galería ya preparada u otro recinto cerrado aunque bien acondicionado con el grado necesario de seguridad e insonorización.
Segundo, vestirse adecuadamente con el traje especial: chaqueta y pantalón de lona o cuero reforzado con relleno, y mantenerse a una distancia de diez metros del punto de disparo a la diana, usando dianas reglamentadas por la Federación Internacional de Tiro Deportivo.
Y tercero, hacerse con el material adecuado y adaptado. Basta con un rifle o carabina que no debe exceder nunca los seis kilogramos de peso (eso es esencial), y utilizar siempre una carabina de aire comprimido para empezar a practicarlo, siempre y cuando esta carabina en cuestión tenga una mira telescópica especial.
¿Y qué la hace única a esta mira telescópica, exactamente?
Pues que está conectada a un circuito electrónico, un circuito que transforma la luz (ya sabéis, ese fogonazo que sigue a cualquier disparo), en un estallido de sonido. Dependerá de la fuerza e intensidad de la luz al caer sobre la diana, entonces, la cantidad de sonido que eso suponga. De todos modos, ya sea bajo o alto, el tirador ciego podrá oír esa ayuda sonora a través de unos auriculares que deberá utilizar en todo momento.
Y… ¿ya está? Pues sí, señores, ya está. ¿Qué más esperabais, muchachos? ¡A veces la simplicidad es la mejor respuesta!
A los tiradores ciegos solo les resta recurrir al tacto, al pulso, a la buena orientación y especialmente a agudizar al máximo el oído para practicar correctamente y sin riesgos este deporte de blanco y diana.
Un deporte que mide rapidez y precisión
Que elimina la violencia por violencia y fomenta en cambio el entrenamiento personal y la fiabilidad. ¿Quieres aprender a impedir que tu mente se evada y se distraiga a la mínima? El tiro con carabina es la medicina perfecta para la concentración.
Alistado entre los pocos deportes individuales de esos que no necesitan de nada ni nadie externo, exige que conserves los brazos prestos, que mantengas los ojos y los oídos en el objetivo apuntado, y que asegures al cien por cien tus alrededores. ¿Además, a quién le sienta mal presumir de buena puntería?
La importancia del guía.
Los tiradores invidentes de tiro de carabina o tiro olímpico también echan mano de un guía, quien le orientará, verificará la numeración de los blancos, repasará el soporte del rifle, ajustará el foco que ilumina el blanco, iluminación que luego se convertirá en información en forma de sonido. Y durante las competiciones retirará y cambiará los blancos, le indicará al tirador exactamente dónde han impactado sus tiros, y todo ello lo hará mediante señales sonoras.
¿Cómo sabe el tirador a cuánto va el marcador?
Fácil: mediante pequeños toques, e importante será la zona en la que su guía le dé esos toques. Por ejemplo, un toque en la mano significa menos de ocho puntos; en el antebrazo, ocho puntos; en el brazo, nueve puntos; y en el hombro, diez puntos. ¿Y qué hay de las posiciones en las que han caído esos proyectiles? El guía se las dice sin palabras, dibujando un reloj imaginario en la espalda del tirador, lo que permite a éste repetir o ajustar o corregir las tácticas para los siguientes tiros.
Hombres y mujeres, tumbados o sentados o de pie, ciegos totales y personas con resto visual… en las competiciones de este deporte las modalidades de B1 y B2 y B3 se convierten en una sola, prevaleciendo una única categoría, la más importante: la de saber apuntar.
Judo, camino a la flexibilidad.
Catalogado como Juego Paraolímpico desde Seúl 88 de Corea, el judo es un deporte muy frecuente entre los deportistas invidentes, aunque no lo parezca porque no os suene de nada y por mucho que estéis flipando en colores ahora mismo.
No es de extrañar su triunfo, si tenemos en cuenta que es una disciplina deportiva que fomenta la movilidad, la orientación, la coordinación, la flexibilidad, el equilibrio… ingredientes importantes en la independencia de ciegos o casi ciegos, sordos o casi sordos que buscan la autoconfianza y la integración a través del deporte.
Un deporte adaptado y apto para sordos y ciegos.
Y es que se trata además de un deporte que, de hecho, también es muy popular entre los atletas sordociegos. Y no únicamente en España; así mismo en otras fronteras como China y EEUU.
Porque, curiosamente, el judo es uno de los deportes con menos variación en su adaptación, de cara a su modificación para que lo practiquen personas con problemas visuales. ¿Qué significa esto? Que no requiere de ningún material extra adaptado ni de ninguna ayuda externa específica para su práctica entre los deportistas invidentes. Por lo que, sí, es vital el uso del quimono llegado el momento de combatir, al igual que ocurre en el judo de los videntes; y al igual que allí, aquí el color del cinturón también indica el nivel y grado de conocimiento y experiencia del combatiente que lo viste.
¿Cuál es su esencia?
Puesto el quimono, y ajustado el cinturón, en lo alto de un blando tatami libre de obstáculos y más ancho de lo habitual, no solo se enfrentan dos personas con problemas visuales y sus pesos. Con fuerza y estrategia, y técnica y equilibrio, los practicantes dan rienda suelta a todos los trucos de artes marciales y concentración y maniobras y tácticas de defensa personal (sin armas) que conozcan y sean lícitas, buscando en todo momento desequilibrar, derrumbar, luxar, inmovilizar y estrangular al adversario en el suelo.
Los practicantes de este deporte (también conocidos como yudocas) se dividen en categorías en función de su peso, mientras que todas las clases de vista (B1 para el ciego total, B2 para el participante con resto visual bajo, y B3 para quienes tienen un resto visual aceptable) compiten juntas, de modo que deportistas totalmente ciegos y deportistas con solo discapacidad visual grave se ven las caras, a diferencia de lo que ocurre en el atletismo o en natación, donde no están mezclados y compiten en diferentes modalidades.
La única regla inamovible y esencial de este deporte
Es que los combates comiencen y se desarrollen con los dos deportistas agarrados.
De modo que si en una de esas alguno de los dos participantes pierde el equilibrio y se suelta, el juego se parará y el árbitro pitará para que vuelvan a cogerse. En otras palabras: debe haber contacto físico en todo momento.
Y es que aquí el sentido del tacto se vuelve aún más imprescindible, si cabe, pues el agarre permite decidir al jugador invidente su siguiente maniobra, aguantar, impulsar… obtener la máxima información del oponente.
El papel de los árbitros.
En el judo para ciegos, son los jueces los encargados de acompañar a los yudocas invidentes al centro del área del tatami, dejándolos bien situados uno frente a otro del oponente, para ese saludo educado y cortés y respetuoso que abre y cierra todo combate de judo.
Otra adaptación a este deporte es el círculo rojo que llevan cosido en las mangas del quimono todos los yudocas de categoría B1 (ciegos totales). ¿Para qué? Para que los árbitros u oficiales les tengan localizados, principalmente, y puedan transmitirles adecuadamente las reglas y señales del juego, en función siempre de su categoría.
Y como era de esperar, las modificaciones de adaptación también alcanzan el modo en que los árbitros transmiten las señales a los jugadores durante el combate, optando por la voz en vez de los gestos, como vienen siendo habitual en el judo común y corriente.
¿Traducción? Que las amonestaciones, puntos, observaciones e incidencias son verbalizados por los árbitros a lo largo del combate; esto permite que los yudocas estén al tanto en todo momento de su situación en el combate, las ventajas y desventajas que tienen frente a los oponentes.
En cuanto a los participantes sordociegos, ellos también lucen un círculo cosido al quimono, aunque azul y en medio de la espalda. Y los avisos que a ellos se les transmiten están adaptados a su condición de sordo ceguera, por supuesto, lo que se traduce en toques en el hombro u omóplatos, o en una información trazada con letras en la palma de la mano.
Esquí, oxígeno entre nieves.
Es más que bueno para la salud; es excelente. Alpina o fondo o en cualquiera de sus otras menores versiones, el esquí es uno de los deportes físicos más antiguos del mundo, favoreciendo la oxigenación de la sangre, al tener la posibilidad de practicarse en colinas y otros entornos naturales donde el aire es más puro y está menos contaminado.
Su práctica entre los ciegos y personas con cierto resto visual que lo realiza, no se diferencia mucho de la versión clásica y tradicional, y esto es gracias, sobre todo, a la figura del guía. Sin el guía el ciego o casi ciego acabaría estrellándose a las primeras de cambio (por decirlo suavemente).
Es un deporte que en su versión invidente une velocidad con adrenalina, riesgo con vacío, oscuridad con valentía. Y es que los esquiadores con problemas visuales que lo practican se enfrentan a la dificultad extra de no ver el camino y no saber en qué placa de hielo va a poner el pie a continuación. Y, admitidlo, eso os da vértigo, videntes.
Por suerte, para eso está el guía.
Él visualiza y orienta, precede y explora el camino, ayuda y pone el toque de seguridad a un deporte que, de por sí, es arriesgado. Para ello, el guía utiliza un intercomunicador inalámbrico; de ese modo, el esquiador ciego o con resto visual insuficiente para ir por su cuenta, recibe toda la información necesaria para una bajada placentera, siguiendo la voz e instrucciones, componiéndose una idea global de lo que se va a encontrar, y esquivando el grueso de los peligros de la pista.
Si viene una bajada, un ascenso, un cambio brusco en el suelo… son cosas que el guía debe transmitir, sí o sí. Y es cosa del equipo elegir sus palabras claves a la hora de mantenerse en contacto, de modo que al oír ese sonido o señal o palabra, el esquiador ciego pueda saber de antemano qué situación le espera al siguiente paso en el entorno a ras del esquí.
Por tanto, sí, debe haber confianza ciega (y nunca mejor dicho) entre esquiador ciego y esquiador guía, compenetración, coraje y coordinación entre ambas partes y, sobre todo, sobre todo, buen trabajo en equipo. Después de todo, eso son: un equipo.
Importantes son también las máscaras y los petos identificadores de cada esquiador.
Y los megáfonos de los guías (que únicamente los esquiadores B1 utilizan), y los intercomunicadores que los comunican a ambos y permite emitir y recibir información complementaria (y que solo usan los de la categoría B2 y B3). Todo ello forma un puñado de materiales específicos y esenciales para la práctica de este deporte entre los invidentes.
En el esquí adaptado a las personas con ceguera, las categorías de competición se basan en el tiempo conseguido, no en si el esquiador en cuestión tiene o no resto visual. Lo que significa que, sí, participantes B1 B2 y B3 compiten juntos.
Y hablando de competir…
Cabe señalar que en las competiciones, el premio y los honores van tanto para el esquiador invidente como para el esquiador que ha hecho de guía, lo que es justo y está muy bien porque, lo dicho, es un trabajo… de dos.
Aeróbico, energético, resistente y adrenérgico, el esquí fomenta el equilibrio y la agilidad y la coordinación física, y supone las más de las veces una vacuna contra el estrés. Desde luego que os animo a que lo probéis. Una actividad de alto rendimiento a la que siempre le acompaña el aire fresco, la naturaleza y el buen ambiente. ¿Cuántos otros deportes a dos bandas pueden afirmar lo mismo, eh? ¡Exacto!
¿Y vosotros?
¿Sois deportistas? ¿Ya conocíais algunos de estos deportes adaptados? Los habéis practicado / os gustaría de este modo accesible? No olvidéis echarles un vistazo a los videos; son muy ilustrativos. Y no olvidéis dejarme vuestras opiniones abajo (me ilustran a mí). Y recordad: aunque no vemos… jugamos. Y No hay mejor lema de integración y accesibilidad que ese. Así que veáis o no, ¡a ponerse en forma y dadle al gong ya!
Explicas muy bien, como siempre.
Por proponerte un reto, te propongo para el próximo deportivo:
Escribir sobre volar en túnel de viento .
Lo he hecho hace poco y si no estoy equivocada, es igual para personas ciegas y para las que no lo son es decir, que no requiere adaptaciones
Entonces lo dejaremos para una selección de deportes normalizados, aja.
¡Una vez más, gracias por comentar!
Siempre es un placer leerte!!!!!