El Coronavirus: Un azote para las personas con discapacidad

El Coronavirus está en nuestras manos.

Si hay un tema candente y de moda estos días es el Coronavirus. Medios de comunicación, canales de Youtube, programas de podcast, cadenas de WhatsApp… allá donde miramos y entramos o pinchamos la pandemia COVID-19 es el protagonista absoluto e indiscutible, un boca a boca de persona y contacto y contagio y comunicación que se esparce como… bueno, como el virus que es.

Un virus con aroma a infección y esencia de pandemia voraz, un rey absolutista con hambre de vejez, salud y discapacidad, un bicho monopolista con fines exterminadores.

¿Quiénes son sus víctimas más recurrentes?

Todos sufrimos su presencia, muchos acusan sus secuelas, y no pocos no se han vuelto a levantar tras su paso. Vale, sí, no puede decirse que su tasa de mortalidad sea muy elevada, precisamente, pero de su contagio no se libra nadie. Su hambre es voraz, con especial preferencia y debilidad hacia los mayores, personas con enfermedades pulmonares o crónicas, y otros grupos de riesgo como las personas con discapacidad.

¿Las discapacidades ganan puntos frente al Coronavirus?

Algunas suponen más riesgo, aunque no todas. Desde luego, tener discapacidad no es una sentencia automática para padecer Coronavirus, que no cunda el pánico, si bien ciertas discapacidades, como las crónicas, no las toleran igual de bien que otras. Todo depende de qué discapacidad o enfermedad estemos hablando, pues en ello depende la capacidad del cuerpo para combatir al virus número uno del momento.

¿Por qué el Coronavirus es más peligroso para ellos?

En enfermedades como la diabetes, la obesidad, el cáncer, la hipertensión o las del tipo pulmonar, neuromusculares y cardiovasculares, por ejemplo, el riesgo es mayor, porque puede alterar y descompensar esas patologías, delicadas de por sí, y añadir más complicaciones al lote, por lo que el diagnóstico empeora y los efectos pueden ser catastróficos. Y definitivos.

Y lo mismo pasa con las personas con las defensas bajas y o trasplantes, pues su sistema inmunitario está más expuesto al riesgo del contagio, por la sencilla razón de que no cuentan con tantas armas y defensas para plantarle cara al virus como el resto de la gente.

¿Cómo está afectando el Coronavirus al día a día de las personas con discapacidad?

No salir a la calle. Fuera contacto físico. Distanciamiento social. No apiñarse en un grupo. Son algunas de las medidas dictadas por el gobierno y vigiladas por la policía.

Pero ¿cómo están afectando esas medidas a las personas con discapacidad? ¿a ese colectivo de alto riesgo, para quienes, a veces, el roce en la mano significa «hola, ha empezado un nuevo día», y el salir a la calle va más allá de respirar aire puro, y supone la diferencia entre el riesgo de marginación y la supervivencia social?

La mayoría de las personas comemos y nos vestimos y nos duchamos por nuestros propios medios. Pero hay un grupo, un pequeño pero numeroso colectivo, que necesita de la ayuda de otros para hacer todas estas tareas tan cotidianas. Una ayuda que es la base de su supervivencia, por exagerado que suene, un apoyo al que no todos los países están respaldando debidamente, cuanto menos garantizando a quienes lo precisan.

Un confinamiento que trastorna.

El Coronavirus se contagia de persona a persona por vía respiratoria y de contacto directo a contacto directo. Esto le da alas y carta libre para propagarse rápidamente, como un incendio en un pajar. Un riesgo de contagio que todos los países afectados han traducido como reclusión en casa (medida más que lógica, obviamente).

Sin embargo, algunas personas están siendo más víctimas que otras de este confinamiento, probando una píldora más amarga que la más ácida de las medicinas. Y esas personas son quienes padecen de una dependencia mayor y una discapacidad más severa.

Hablamos de menores y mayores con discapacidad y dependencia, con sordoceguera, por ejemplo, autismo o trastornos del comportamiento y movilidad, para quienes no ir a una terapia es una involución. Personas que no quieren salir a la calle, sino que más bien necesitan salir a la calle. Porque día que no asisten a su sesión de calle o de fisioterapia, día en el que el organismo entre en revolución y descontrol y retroceso. Así que estaría bien que se respeten sus rutinas.

Coronavirus versus discapacidad.

Por tanto, hay que encontrar un equilibrio entre la restricción y la intrusión, entre los ajustes por el virus y el riesgo al aislamiento de quienes no deben estar aislados; un equilibrio entre limitar y discriminar, entre reducir su contagio y convertir esa reducción de contacto en un abandono de sus garantías, ya de por sí vulnerables.

Para ellos, salir a la calle es una rutina terapéutica, un paso adelante en su desarrollo. Y como una buena rutina, deben hacerlo con regularidad y frecuencia. De lo contrario, surge el malestar, brotan las agresiones y los gritos, el desajuste se convierte en descontrol. En suma, el confinamiento por el Coronavirus les supone un estrés, un estrés que puede traducirse a una situación de inseguridad para sí mismos y para quienes conviven con ellos.

Tras cientos de miles de afectados en todo el mundo y otros cientos de fallecidos a su costa, varias medidas de prevención y emergencias sanitarias, a estas alturas todo el mundo suma pandemia + sociedad = a crisis. Pero que estemos en crisis por este virus no justifica, si queréis mi opinión, que la protección social para ese pequeño, aunque numeroso colectivo, no continúe o no se asegure o, peor, vaya a pique.

Comprensión e indulgencia.

No todos los países pecan de descuido, siendo justos. (Aunque todos deben recordar que existe este riesgo y tratar de evitarlo en lo posible). En muchos países como España y Francia y Alemania, sin ir más lejos, muchas personas dependientes, confinadas en casa por el virus, siguen recibiendo asistencia de enfermeras y auxiliares.

Y en Madrid hasta se ha admitido un permiso especial desde el gobierno (tras mucho luchar) para que niños y niñas con trastorno del comportamiento puedan salir a la calle un rato, siempre con vigilancia y siempre llevando la tarjeta de discapacidad.

Comprensión e indulgencia. Eso debemos mostrar. Comprensión por parte del gobierno, más gobiernos. Nada de restringir las ayudas sociales, y sí mantener su calidad de vida y necesidades básicas dentro de casa. Y con apoyo, por parte de la población. Basta de señalarles en la calle, de increparles al pasar, o de acusarles de incívicos. Sus motivos son de fuerza mayor, de necesidad médica.

¿Cómo ayudar a las personas con discapacidad con el Coronavirus?

Dándoles sin trabas, y con la máxima accesibilidad posible, toda la información sobre este protagonista tan antagonista que nos trae a todos de cabeza, principalmente. Porque si ya de por sí el conocimiento es poder, actualmente también es prever.

La accesibilidad significa, cómo no, que esas organizaciones que miran y luchan por la promoción e implementación de igualdad de las personas con discapacidad, deben estar involucradas en el cotarro de la evolución y respuesta de la enfermedad.

Significa que esas campañas de información que últimamente son más famosas que cualquier personaje público reconocible, deben estar disponibles también en lengua de señas, en subtítulos, en tecnología digital, en mensajes de texto y otros formatos accesibles (como los lectores de pantalla, por ejemplo), y hacerlo en un lenguaje sencillo de lectura fácil, apto para todo público.

Está en nuestras manos.

Significa, también, informar. Y esa es una tarea para la que todos estamos capacitados. Todos, y no solo los medios de comunicación, los canales de Youtube o los programas de podcast. Porque nosotros también podemos. Todos.

Leerle las nuevas malas del Coronavirus a quienes no pueden hacerlo por sí mismos, es un paso; compartir con ellos los dichos y hechos del gobierno que le afecta y el entorno que le importa, es otra forma de apoyo; y orientarles en la higiene preventiva, mismamente, y la información sobre cómo prevenir y contener este virus, es otra mano que no cuesta en absoluto tender y volver a tender.

Porque si por lo general decimos «sí» al desarrollo inclusivo, pongamos desde hoy dos velas a la superación del Coronavirus más integral. ¿Te sumas?

¿Y tú…? ¿Cómo lo estás viviendo?

4 Comments

  1. ¡Grandioso artículo!

    Mi más sincera enhorabuena a la escritora. Blogs así hacen que la cuarentena sea mucho más amena. Indudablemente, la escritora nos ayuda a entender una vez más una situación muy compleja que sufrimos todos los ciudadanos. Conocer cómo sufren el COVID-19 las personas discapacitadas nos proporciona una experiencia más de la anomalía sanitaria, social y económica que vivimos a día de hoy.

    Deseamos enormemente que esta situación mejore alcanzando ese «pico» de contagio tan famoso, y podamos ver esa esperanza en nuestro querido país.

    Una vez más, muchas gracias.

    ¡Juntos paramos la pandemia!¡Quedémonos en casa!

    1. No hay mayor y mejor retribución, para quien escribe, que quienes le leen le confirmen que sus palabras le han servido / ayudado. Así que no, ¡gracias a ti! por ese comentario y esas palabras!!!

  2. Aunque me repita: que sepas que me gusta mucho, como todos los demás.
    Muchas gracias por hablar sobre estas cuestiones Haciéndolo además, con tanta naturalidad Y autenticidad

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